Volátil y roto cristal en tus manos,
arcilla en tu boca e hilo de pescar entre
tus piernas.
Silbé a los dioses reclamando su ayuda,
pero no me escucharon porque soy
invisible ante la grandeza, siempre lo fui.
Bajé al infierno para recuperar mi voz,
pero acabé retorcida como un plástico
carbonizado, sin vida. No disimulemos,
son malos tiempos para ser Juana de Arco, ni
siquiera pude salvar mi corazón de la quema.
Resurjo poco a poco, cual sol renacido
o Ícaro reencontrado. Lamiendo los días hasta
desgastarlos, azotando fantasmas con lágrimas
ocasionales, volviendo a ser.
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